Última modificación: 2024-11-01
Resumen
Como parte del proceso de globalización, la apertura comercial ha impulsado el crecimiento económico y la creación de empleo, especialmente para aquellos países fuertemente orientados al sector externo. Sin embargo, estos beneficios han traído consigo importantes desafíos, especialmente en el ámbito de las condiciones laborales y desigualdades regionales.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han señalado que, la globalización y la integración en los mercados internacionales han generado tanto ganadores como perdedores, resultando en una mayor desigualdad dentro y entre países. A través de la liberalización económica, los mercados de productos y capitales han alcanzado niveles de integración significativos, aunque esto no ha sido igual en el mercado laboral (Amin, 2001), donde se ha observado precarización, aumento del desempleo, brechas de género, incremento del empleo por cuenta propia, reducción de salarios reales y disparidad en los ingresos laborales (OIT, 2016).
Por lo que, actualmente existen importantes desigualdades en el acceso a oportunidades laborales, condiciones de trabajo, remuneraciones y derechos laborales, afectando tanto al sexo femenino como masculino. Las mujeres, en particular, representan la mitad de la población mundial, pero siguen sin estar adecuadamente representadas en el empleo remunerado (OIT, 2020). A pesar de los esfuerzos realizados y el discurso a favor de la equidad, estas continúan sufriendo diversos tipos y grados de discriminación, por lo que las brechas de género se han estancado y en algunos casos se observa un retroceso (OIT, 2019).
Lo anterior toma relevancia, ya que la igualdad y la no discriminación son principios fundamentales y derechos humanos de los que deben gozar todas las personas, y son esenciales para el disfrute de todos los demás derechos. Para que los trabajadores elijan su empleo libremente, desarrollen al máximo su potencial y obtengan los resultados económicos que merecen, deben respetarse la igualdad y la no discriminación.
De ahí que, en el año 2015 los Estados miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptaron el programa “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, para avanzar en un periodo de 15 años hacia el cumplimiento de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) mediante 169 metas. Dicha agenda se asumió como estrategia para alcanzar una mayor igualdad y crecimiento inclusivo, con acciones que privilegian la igualdad de género, el pleno empleo productivo y el trabajo decente para hombres y mujeres.
Para contribuir al cumplimiento de la agenda 2030, la OIT ha impulsado la implementación de políticas para mejorar las oportunidades de empleo e incrementar la participación equitativa de la población femenina y masculina en la fuerza laboral. En este contexto, se ha encargado de promover el empleo productivo y el trabajo decente o empleo digno, como elemento fundamental para alcanzar una globalización justa y disminuir la desigualdad de ingresos y pobreza (OIT, 2016; OIT, 2020).
La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres son abordados en el ODS 5, que establece cinco metas para alcanzar estos objetivos. Por su parte, el ODS 8 promueve el crecimiento inclusivo y sostenible, el pleno empleo y el trabajo decente, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor. Sin embargo, la OIT (2020) advierte que, a pesar de ciertos avances, el progreso hacia el ODS 8 es lento en diversas regiones, donde aún prevalecen altas tasas de desempleo y persistentes brechas salariales de género y déficits de trabajo decente (OIT, 2020).
Alcanzar los objetivos 8 y 5 es crucial, ya que su falta de avance impedirá el logro de otros ODS, como el poner fin a la pobreza en todas sus formas (ODS 1); erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria (ODS 2); garantizar una vida sana y promover el bienestar (ODS 3); reducir las desigualdades en y entre los países (ODS 10), así como promover la paz, la justicia e instituciones sólidas e inclusivas (ODS 16) (OIT, 2020).
En México, la equidad entre los géneros es un compromiso asumido por el gobierno a partir del Artículo 4º. Constitucional, que establece la igualdad entre el hombre y la mujer y ha sido un asunto de política pública desde la década de los ochenta (INMUJERES, 2005). Asimismo, pese a que han logrado importantes avances en materia laboral y se incorporaron normas para adoptar el trabajo decente en la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) en el año 2012, la situación aún es inquietante.
En este sentido, la presente investigación tiene como objetivo examinar las condiciones de trabajo decente en México, realizando un contraste entre hombres y mujeres, con el fin de identificar las diferencias entre las distintas regiones del país, clasificadas de acuerdo con su nivel de apertura comercial. Dado el carácter heterogéneo de las condiciones económicas y laborales entre las entidades mexicanas, el análisis regional permitirá identificar aquellas regiones con mejores condiciones laborales y las que requieren intervenciones urgentes para mejorar el trabajo decente para ambos géneros y facilitar el diseño de políticas focalizadas.
El análisis se realiza con información procedente de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2005 y 2023 que proporciona el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Para ello, se aplican técnicas estadísticas para proponer un índice alternativo de trabajo decente que, incorpora parámetros que reflejan las características del mercado laboral y complementa los ejes estratégicos del programa de trabajo decente presentado por la OIT.
Los principales resultados de la investigación sugieren que, a nivel nacional, México no alcanza un índice elevado de trabajo decente, indicando que existen áreas significativas de mejora en términos de condiciones laborales para ambos géneros. Sin embargo, se observan diferencias notables entre las regiones. Las regiones con mayor grado de apertura comercial tienden a presentar mejores condiciones laborales, con índices de trabajo decente más altos en comparación con aquellas regiones con menor apertura comercial. Esto puede atribuirse a varios factores, incluyendo la mayor inversión extranjera, acceso a mercados internacionales y la adopción de estándares laborales más altos debido a la integración en cadenas globales de valor.