Cuando se tienen muchos años en el trabajo docente, se aprende a detectar algunos síntomas del malestar emocional del alumno en el aula, expresado de muchas formas: desde la distracción hasta conductas disruptivas, un estar sin estar hasta que termina la clase, es ahí cuando salen, corren de prisa para desde la respuesta de ellos ir a hacer nada y entonces te preguntas ¿Qué está pasando con los estudiantes?

En educación superior se apuesta a la formación integral, pero no existen los tiempos y espacios ideales para ello; las clases están planeadas para los contenidos disciplinares, pretendiendo que los alumnos sean homogéneos, no hay espacios para comprender la realidad, los rostros y contextos de los alumnos, que traen sus cargas emocionales que los limitan o determinan para su mayor o menor desempeño escolar y esta situación es invisible para el docente, la institución y a veces hasta para el mismo.

La formación profesional es responsabilidad del estudiante, del docente y de la institución, por ello es importante evidenciar la realidad de los alumnos, para generar acciones que los fortalezcan e incidan en su futuro, el estudiante desde la comprensión de quien es debe ser dotado de herramientas que le permitan enfrentar un futuro incierto y hacer frente a los desafíos que implica ser universitario.

Esta es una propuesta con el objetivo de explorar la dimensión emocional de los estudiantes de ciencias sociales y humanidades, a fin de desarrollar un modelo de educación emocional que incida en la formación profesional, se consultan autores que cuestionan los paradigmas en la educación como Paulo Freire y Charles Fadel, donde el sujeto de la educación debe ser atendido desde una visión integral.

Palabras clave: Formación integral, educación emocional y educación superior.